La semana pasada vino a casa un afinador de pianos. Bueno claro, vino porque le llamé yo.
Todo empezó hará ya un mes, cuando levanté de nuevo la tapa de mi piano, y recordé que un sol se quedaba presionado más tiempo de lo debido, bastante más, y recordé también lo mucho que eso me fastidiaba. No sé si esperaba que se hubiera solucionado el problema como por arte de magia cuando, así como si nada, me senté frente al piano y volví a presionar esa tecla. Sólo esa. Y así seguía ese sol, hundido y prolongando su sonido durante segundos eternos. Me dije que algún día debería solucionarlo y así olvidé momentáneamente el asunto.
Pero al rato de retomar torpemente mi hobby como pianista aficionada, caí en la cuenta de que ya no era sólo una tecla, mi famoso sol, sino también una más, esta vez un fa, la que se empeñaba en hacerse notar en un segundo plano. Así que después de una semana comencé a buscar tiendas de música que tuvieran servicio de reparaciones. Al segundo día dí con una, con la que me puse en contacto y me dio el teléfono del "encargado" de las reparaciones.
A J. M. le hizo gracia, cuando le llamé por primera vez, que me refiriera a él como el "encargado". J. M. es un experto afinador de pianos que, con 28 años de profesión a la espalda, ha realizado todo tipo de trabajo relacionado con pianos: limpiezas, afinaciones... incluso ha desarrollado una solución para "insonorizarlos", de modo que no sea una molestia para algunos vecinos. El afinador, mi afinador, transmite calma. J. M. afina los pianos de oído, una a una revisa todas las teclas y se asegura de que el tono de las cuerdas de cada una sean iguales. Durante una hora pude verle trabajar, en un sin parar de octavas escuchaba atento, mirando a la nada, y girando su llave de afinar milímetro a milímetro sobre las clavijas.
Sin embargo lo más sorprendente fue cuando, al finalizar y aún con la caja de resonancia al descubierto, J.M. tocó. Tocó de forma especial, fuerte pero sin ser ruidoso, deslizando sus dedos como si fueran arrastrados por una corriente de aire, llegando a las teclas más agudas y a las más graves como si fuera lo más habitual del mundo. Tocó como pocas personas saben tocar y yo me sentí muy afortunada por poder oír tocar a alguien de aquella manera en mi casa, con mi piano. Por supuesto, al finalizar su improvisado recital le felicité y, restándole importancia, J.M. me dijo que sólo eran algunos acordes, cosas que improvisaba. Entonces conocí la otra faceta de mi afinador, la de músico. Porque J.M. no sólo toca el piano, sobre lo que cursó estudios allá por 1978, sino que también toca la guitarra y formó parte de un grupo cuando era más joven. Toda una joya.
Y así fue como conocí al afinador artista que me dejó como nuevo el piano.
¡Qué bonito! El afinador con alma de pianista o el pianista que se gana la vida como afilador.
ResponderEliminar